domingo, 29 de agosto de 2010

Sobre el abrir de una máquina.

Hace un par de dias mi familia regresó de sus vacaciones. Hace un par de días yo también estaba de vacaciones.

En un mundo donde debo convivir con gente todo el tiempo, el mayor placer que uno puede sentir es el de estar un momento a solas. Te sientas en la mesa que sueles compartir, te recuestas a lo largo del sillón más grande y prendes la televisión para ver aquellos programas que nunca entiendes bien porque te reclaman que le bajes al volumen. En ese momento hay solamente sitio para una persona, para mí.

Y aún a pesar de conocer el maravilloso sentimiento de estar a mis anchas en casa, no estaba sola. Makish me acompañaba en mi pequeño edén de libertad y debo admitir que pasar todo ese tiempo a su lado me ha hecho muy feliz. Los dos hemos crecido y creo que ha habido varios cambios que aunque imperceptibles al inicio me hacen tambalearme un poco.

Sin embargo ahora hablaré de mi Mac. Mi pequeña y preciosa Mac, la única computadora que he considerado verdaderamente mía. Todo comenzó cuando le comenté a Makish que deseaba ver si era posible añadirle tarjetas y rendimiento a mi Mac y a partir de ese pequeño comentario al día siguiente mi Mac estaba siendo desprendida de todos sus componentes... Es posible que el pensamiento inicial de cualquier otra persona hubiera sido "¡Están locos! ¿Cómo se les ocurre abrir una Mac asi como así?" Y muy probablemente también yo lo hubiera pensado de no ser porque era Makish. Le confiaría mi vida, ¿por qué no entonces mi máquina?


Fué una experiencia increíble, abrir, limpiar, revisar... Y no solo eso, el simple acto de ver a Makish tan concentrado, tan vivo, tan apasionado, fue increíble. Espero poder pasar mucho más tiempo a su lado, aprender de él y de su forma de ver la vida.

Es gracioso porque a pesar de todo, él mismo no estaba seguro de que lograría echar a andar la máquina luego de abrirla, afortunadamente todo salió bien.

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